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Bocadito del cuento ¡Lo ves! de Helena Acosta {Es tiempo de Halloween}
Nuevo Bocadito literario perteneciente a Es tiempo de Halloween, turno de ¡Lo ves! de Helena Acosta.
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Dicha antología se compone de seis cuentos y sus recetas. Es tiempo de Halloween está repleto de la magia de alguna de nuestras Chicas Acosta. La Maquetación/ilustraciones son de Nune Martínez y las correcciones de Silvia Barbeito.
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« …Vivió en el umbral entre el cielo y la tierra,interpretando el camino de Dios».Ruth St. Denis (Bailarina).
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Nuestros días, Barcelona, España.
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—¿Qué ves? ¿Qué ves? —Leo daba vueltas alrededor de Telma, que se estaba impacientando solo de pensar que la gente debía de estar fijándose en ellos.
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—Leo, haz el favor de estarte quieto. No, no veo nada. Solo estoy admirando el traje.
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—No me fastidies, Telma, dime qué ves. —Leo era de aquella gente que no podía estarse quieta. En cuanto algo le interesaba o lo ponía nervioso, parecía que se hubiera tragado un molino de plegaria y le entraba el baile de San Vito8 .
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El traje que Telma admiraba había llegado al taller aquella mañana y ella acababa de abrir la caja para evaluar la cantidad de trabajo que suponía volver a darle vida. Se lo habían enviado del museo de la indumentaria, su mayor cliente, y como siempre le habían dicho que tenían prisa en que lo restaurara. Debía entrar en la exposición ese otoño.
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—Leo, despeja la mesa por favor. Quiero sacarlo de la caja y presentarlo para ver exactamente cuánto trabajo hay. —Leo hizo lo que se le dijo y Telma dispuso el traje sobre la mesa.
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—¿Has visto el tul aquí? —Leo le mostraba a su jefa una zona del tutú donde el tul parecía como deshecho, había cambiado de color y se veía diferente al resto de la pieza.
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—Mmmmm, no creo que podamos recuperar eso. Vamos a tener que buscar de dónde sacar un trozo y sustituir, pero en general no está demasiado mal. Repasar costuras, mírate bien el tema de los cristales y perlas… Recuperar color, sustituir alguna que otra pluma… Son de cisne, ¿verdad?
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El pobre Leo, ni que fuera experto en la materia, frunció los morros, pero como buen profesional comentó que no se preocupara, que él se encargaba de averiguarlo y de obtener las necesarias para poder hacer bien el trabajo.
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—Bien, bien. —Al empezar a hablar, Telma se giró para atender a Naia, que entró al taller desde la trastienda con dos cajas más que acababan de llegar.
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—Telma, me dice el conservador que estas dos piezas completan el traje y debemos trabajarlas en conjunto.
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—Bien, Naia. A ver, llévate la caja principal al almacén y déjame estas dos aquí para evaluarlas. Ah, y antes pon la ficha técnica en su sitio. Naia sacó una bolsa transparente de la caja y la colgó junto a parte de su contenido en el tablón que cubría la pared principal de la estancia. Cogió el resto y lo colocó en él hoja por hoja con imanes.
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Telma se acercó y empezó a mirar con detenimiento todo lo que quedaba colgado. Había muchas fotos de su dueña llevando el traje puesto, diagramas y bocetos de los patrones que llevaron a su realización, todos firmados por Leon Bakst. Telma, al reconocer la firma, sonrió. Claro, por supuesto que le sonaba ese estilo, esa efusiva y extemporánea mezcla de telas, bisutería y otros materiales. Ya habían tenido la fortuna de restaurar otras piezas salidas de las manos de ese fantástico pintor y diseñador.
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Leo, que también se había acercado al tablón, no pudo por menos que añadir:
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—Tenía que ser de los míos.
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—Menos lobos, Caperucita —lo increpó, socarrona, Telma—, que hasta se cambió el apellido para parecer menos judío.
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—No, bueno, ya, pero… fíjate. —Y apuntando a un documento en particular leyó—: God gives talent, but work transforms talent into genius9 .
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—Te ha venido que ni pintao… Ya, ya, lo de talento estoy de acuerdo, lo de genio no lo veo, pero feo…, feo sí que lo eres, igual que ella. —Y lo despachó con un—: Anda, largo, a lo tuyo, que nos queda mucha tarea por delante, León, eh, Leo… —dijo, a la par que le propinaba un amistoso capón y se reía del mohín tristón que él mostraba mientras le mandaba un beso y desaparecía por la puerta del taller, dejándola frente al tablón.
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Telma tenía las manos sobre una de las cajas que había dejado Naia. Estaba como hipnotizada. Si alguien la hubiera llamado o tocado en ese momento, no habría reaccionado. Simplemente, no estaba allí. Sus ojos se volvieron acuosos y empezaron a caer lágrimas por sus mejillas. Lágrimas silenciosas, lágrimas de tristeza y dolor que ella ni se preocupó en limpiar. Abrió la caja y aparecieron unas zapatillas pointé de color crema. Habían sido reforzadas con un pedazo de cuero duro en las suelas para soportar y aplanar el cuerpo. Telma no las sacó, las acarició con ternura, pero al hacerlo empezó a sentir un intenso y punzante dolor en los dedos de los pies. Le llegó un flash con una visión tal que tuvo que ir a sentarse, y esta vez sí que lloró, lloró con fuertes sollozos.
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Naia, alarmada por el llanto, entró escopeteada al taller. Sabía que Telma era particular, estaba acostumbrada, pero nunca la había visto de esa manera.—Telma, ¿qué pasa? Telma, por favor. ¿Te duele algo? ¿Por qué encoges los pies? ¡Telma, contesta!
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—Sangran, me sangran. Duele, duele, pero debo, tengo que seguir, seguir…
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Naia se puso en cuclillas frente a Telma, le cogió la cara y la obligó a mirarla mientras las lágrimas empezaban a correr por sus manos.
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—Telma, tranquila, por favor, no pasa nada. —Pero Telma no era ella, estaba en otro plano.
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—Tengo que seguir, si no, no pasaré nunca las pruebas. No formaré parte de la compañía. Pondré los pies en hielo, luego me los vendaré y a seguir. —Se quedó callada, ensimismada en sus propios pensamientos. La cara de angustia se transformó. Sus facciones se relajaron y hasta soltó algún que otro suspiro de satisfacción.Naia también empezó a relajarse al verla más tranquila. Se sentó, allí, en el suelo, frente a Telma.
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—¿Estás bien? —preguntó.
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—Mmmmmmmmm. —Una sonrisa maquiavélica se formó en su rostro mientras de sus ojos centelleaban chispitas—. Necesito…, necesito que me traigas unas láminas de cuero.
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Naia le iba a decir algo, pero Leo, que había entrado al taller sin que ellas se percataran, le mandó que le siguiera el juego.
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—¿Cómo las quieres? ¿Para qué son? —preguntó él mismo a Telma.
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Las facciones de Telma irradiaban la luz de quien acaba de tener una increíble, insuperable idea.
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—Se acabó sangrar —espetó—, se acabaron los esguinces constantes. Si mis pies no son los más fuertes, si no tienen la mejor forma, pues se la voy a dar. Quiero láminas de las de hacer plantillas, de las de rellenar los zapatos…
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Leo le hizo una señal a Naia.
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—¿De qué color las traigo? —preguntó esta. Telma parecía impacientarse, así que fue Leo quien contestó a Naia.
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—Trae las neutras —ordenó—. Esas sirven para todo.
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—Ahhh, y trae las tijeras de cortar cuero y la cola para fijar la plantilla. Sí, mira. —Las manos de Telma se movían en el vacío como si estuvieran trajinando con algo—. Voy a cortar estos cuadros y rellenar las puntas con ellos. Es…, es como hacer unas alzas con base fuerte. Sí, sí, ¿ves? Así mis dedos harán menos esfuerzo, y voy a rellenar el arco para que me sujete mejor la planta. Sí, bueno, no sé. Ya, le voy a añadir una lazada para sujetar mejor toda la zapatilla al pie…
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Telma se quedó callada como en una ensoñación. Leo y Naia, que estaban a la expectativa, seguían mirándola. Telma era una persona extremadamente sensitiva. Este no era el primer episodio que vivía su equipo, pero sí era la primera vez que era tan intenso y no tenían muy claro cómo tomárselo.
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8. Manera de bailar con origen en el siglo XV por intoxicación del cornezuelo del centeno o por enfermedad psicogénica colectiva.
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9. (In) Dios da talento, pero el trabajo lo convierte en genialidad.
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10. (Fr) Puntas de los pies.a
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Más aquí.
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Acosta’s Kitchen se concibió en sus inicios como un blog humilde basado únicamente en la gastronomía, en el que se publicaban recetas, trucos y alguna que otra reseña. Poco a poco, y como consecuencia de su crecimiento y del interés de los seguidores, se ha convertido en una web de temática diversa con colaboradores activos en distintos campos que van desde el gastronómico hasta el sexual. Gracias al éxito y el apoyo recibidos, Acosta’s Kitchen estrena en el 2019 su propia línea de productos.