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La cata By Jolie Courge +18
Faltan apenas tres horas para que comience el evento y aun no he probado los vinos que se van a catar. El salón está listo, la mesa interminable vestida de gala, con mantén blanco y copas sencillas y brillantes, casi da pena usarlas, son tan simples y bonitas…
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No conozco en persona al enólogo encargado de la cata, solo hemos hablado por teléfono, me intimida un poco, porque de vino solo sé que me gusta, como me gusta su voz, grave y ligeramente ronca. Hemos quedado aquí directamente y ha prometido ilustrarme un poco para que no me sienta muy perdida durante la cata.
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Estoy un poco nerviosa, me pasa siempre antes de empezar una exposición, pero me dejaré llevar, confío en ser capaz de enlazar y casar mi parte con sus palabras y consignas… ¡Ay! deberíamos haber ensayado antes. No tengo muy claro que la improvisación sea mi fuerte.
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¡Aquí está! Parece majo…
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Me sonríe.―Hola Alicia―.Me tiende la mano.
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Estoy tan impresionada que apenas reacciono, madre mía, que tiarraco, y esa voz es aún mejor en las distancias cortas.
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―Así que es tu primera cata― me dice mirándome directamente a los ojos impresionándome más, ¿sabéis esas personas que están tremendas y lo saben? Vale, pues este es su caso.
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―Eso es, espero no hacer el ridículo― y sonrío medio boba.
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―Eso no va a ocurrir, tranquila, tengo para ti una cata en exclusiva, te aseguro que te vas a familiarizar con estos vinos y vas a estar fabulosa.
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Coge una botella de la que os aseguro que no soy capaz de recordar el nombre, pero de lo que jamás me olvidaré es de ni su aroma, ni su color, ni su efecto en mi boca…
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―Descorchar una botella es un rito, y si es la primera vez es en realidad como iniciarse en el sexo, con mariposeo dentro, con respeto, casi con reverencia, para entregarnos a una fusión con el vino y una experiencia más que sensorial―lo dice de seguido, como si fuera un rezo, mirándome fijamente… ¡Y se queda tan ancho! ―Hay que cuidarlo todo, la temperatura, la copa, el ambiente…
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Coge el sacacorchos y enciende el hilo musical con el Dúo de las flores de Delibes.
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―Es casi un acto de amor y entrega―toma ya, pienso yo pues de esta fijo que me desmayo.
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Toma una de las copas, sirve ese vino que se convertirá en mi afrodisíaco eterno y me la tiende con una media sonrisa que parece decir “déjate llevar, prometo no defraudarte”.
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―Mira la copa interponiéndola con la luz.―¿Qué ves? ¿Hay partículas en suspensión?―Tus ojos si que tienen partículas en suspensión, pienso yo.
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―Fíjate ahora en las tres zonas cromáticas, la fina nos dice la madurez y el matiz. ―En este momento mi capa fina dice madurez cero y el matiz… Me temo que ahora mismo no puedo matizar. Me mira divertido, juro por ese vino sagrado que intento concentrarme en lo que me pide y pongo cara de estar muy pero que muy concentrada.
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―La capa intermedia se ensancha y decolora a medida que el vino se hace viejo… ―pues tu capa intermedia no esta para no tenerla en cuenta, pienso mirando su torso, sus hombros anchos, sus brazos que parecen fuertes pero delicados al mismo tiempo, y decolorado no lo veo, la verdad, no es que esté moreno pero la piel que adivino donde termina su cuello y empiezan los de la camisa me dice que tiene el color y el tacto perfecto.
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―Gira un poco la copa para ver la fluidez―¿Ves las lagrimas que se han formado? nos dicen el cuerpo que tiene el vino.
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¿Cuerpo?, ¿en serio? ¡¿Cuerpo?! Yo ya no sé si el vino tiene o no cuerpo, es más, ya no sé si es vino o cerveza, ya no sé ni mi nombre y eso que no ha hecho más que hablarme y darme la mano…
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―Vamos a la fase olfativa, huele el vino sin moverlo.
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―En esta parte vas a utilizar una caja de aromas, ¿verdad?― ¡Milagro! He conseguido juntar tres palabras sin parecer imbécil.
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―Sí, pero en tu caso lo vamos a hacer de otra manera―. Se me acerca más hasta pegarse a mí y me ofrece su cuello. ¡Ay dios que me muero!―Huéleme, aspira mi olor…
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Aspiro su olor, limpio, con un toque a madera, siento el calor que desprende, y he de contenerme para no darle un lametón. Creo que me he muerto y me han dejado entrar en el Cielo.
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―Ahora vuelve a oler el vino―me dice medio susurrando.―¿Qué aromas distingues?
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Esto debe ser una broma, ¿de verdad cree que puedo distinguir algo en este momento? ¿Algo a parte del estado de turbación en el que me encuentro? ¿Del temblor en mis piernas?― Huele a primavera―digo, confirmando mi estupidez crónica, y él sonríe de tal manera que si no es primavera poco falta. Se está divirtiendo de lo lindo, es asquerosamente consciente de lo que hace sin embargo no quiero que pare, es la experiencia más erótica de toda mi vida.
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―Ahora quiero que lo pruebes, es la fase del ataque― ¡Ataque dice¡ ¡Qué valor!―Quiero que te centres en las primeras sensaciones que percibas cuando el vino llegue a tu boca. –Se ha colocado detrás de mí y me lo dice casi susurrando en mi oído… ¡No por Dios, en el oído no! Parece que lee mi mente porque se retira un poco y repite: ―Bebe un poco.
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Me llevo la copa a los labios, doy un sorbito e intento distinguir esos primeros sabores pero antes de darme tiempo a sentir la acidez noto un soplo en mi nuca, un soplo suave, casi tímido y cálido y fresco, acompañado de música celestial y de una mano que coge la mía y sujeta mi copa. Se la lleva a los labios, da un sorbo y me gira la cabeza.
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―Ahora bebe de aquí…
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Psicóloga, educadora sexual, tupersexsera, coach sexual y de pareja. Amante de la vida y el erotismo, los libros y el buen vino. Dedica parte de su tiempo a las reuniones de tupersex, talleres femeninos y a escribir sobre sexualidad porque tiene algo que aportar, porque se ríe y porque le encanta.