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Reencuentro inesperado Primera Parte By Fran García
— Súbele Kike. — Le grito al dueño del bar al escuchar que ha puesto Sweet Child O’Mine de los Guns
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Kike se vuelve y me sonríe mientras llena unas jarras de cerveza para después llevárselas a un grupo de mujeres que hay al fondo de la barra. Después vuelve con otras dos jarras, me pasa una y brinda conmigo al grito de por los “Roses”.
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Tras refrescarme el gaznate con un buen trago de cerveza, me quedo mirando al grupo al que sirvió antes y le pregunto a Kike:
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— ¿Quiénes son? Nunca las había visto antes.
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Se encoge de hombros.
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— Ni idea Guille, pero sinceramente mientras consuman me la bufa.
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Se marcha a seguir sirviendo a varios habituales que reclaman su atención y yo me voy a la mesa de billar del rincón a echar unas partidas pues “La Cueva”, que así se llama el garito, como buen antro rockero tiene la música fuerte, unos pocos borrachos, billar y una pedazo camarera morena llamada “Angie”
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Tras unas pocas partidas, un pequeño mareo y algún que otro empujón me voy a por otra ronda y mientras Angie me la trae pasa por mi lado una de las del grupo de antes camino del baño. Me quedo mirándola por detrás, la verdad es que tiene uno de esos culos llamativos especialmente con esos vaqueros, un pelo largo y moreno y un par de tatuajes, una luna en el hombro derecho y una rosa en el izquierdo. Se escucha el golpe de la jarra y me salpica en la mano. Angie con una de esas sonrisas pícaras me suelta.
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— ¿Qué? Que te gusta la mami, ¿verdad?
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— ¿La mami?
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— Aham, tendrá unos 40 y muchos o 50. No te niego que un buen rato no pasaría con ese rollito semi hippie que me lleva, pero tú… Creía que te iba más los tatus malotes y el cuero.
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— Sabes que estoy enamorado de ti Angela. Pero como no te dejas… pues tendré que aspirar a otros peces.
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Se inclina sobre la barra, dejando ver su pronunciado escote y el principio de un tatuaje. Se acerca a mi cara y con su voz más sensual me dice:
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— Lo haré cuando… — Prácticamente tiene su boca pegada a la mía— Dejes de llamarme Angela capullo. — Me dice al final con un grito y me da un leve empujón que hace que me caiga del taburete para cachondeo general de aquellos que lo han visto.
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Me levanto refunfuñando y de golpe me doy con la tía de antes que sale del baño.
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— Perdona. — Me dice mientras mueve las manos muy rápido.
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— No pasa nad… — Me quedo mirándola fijamente, sus ojos oscuros, nariz afilada y esa carita (y cuerpecito también) de hada.— ¿Verónica?
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Ella se me queda mirando entrecerrando los ojos, va algo borracha, como pensado y con voz bajita pregunta:
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— ¿Guille?
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Asiento con la cabeza y ella se lanza a mi cuello en un abrazo y después me da un largo beso en la mejilla.
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— Cuánto tiempo, te veo genial.— Exclama.— No te veía desde que cortaste con Cristina.
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— Hace ya unos 13 años de eso Vero. ¿Cómo está Cris?
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— Casada y me hizo abuela hace un par de años.
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— Vaya me alegro por vosotros. — Contesto. — Aunque sinceramente no acabo de verte como abuela. — Suelto una carcajada.
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Ella me mira suspicaz.
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— ¿Ah no? ¿Y eso por qué?
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Siento como cuando te das un golpe en el codo y notas que se te acalambra y arde, pero en la mente. ¿Cómo he podido meterme en un lío así?
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— Pues esto… Porque eres súper joven Vero, seguro que cuando te ven no creen que sois madre e hija.
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Se empieza a reír, por el fondo comienzan a llamarla
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— Bueno Guille me alegro mucho de verte, pero mis amigas me esperan.
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Dicho esto me da un beso en la mejilla y camina en dirección a sus amigas.
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Yo me vuelvo y le grito:
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— ¡Vero! — Ella se vuelve.— Te invito a una copa.
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Ella se vuelve a acercar.
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— Gracias, pero no puedo dejar a mis amigas solas.
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Ella se marcha y me deja pensativo viendo como anda, bueno miento no puedo dejar de mirar como se mueve ese culo tan interesante. Mentiría si dijera que no me había fijado en ella cuando salía con su hija, de hecho una vez llegamos de improvisto para que Cristina cogiera una chaqueta y nos la encontramos en el salón dormida medio desnuda y un buen olor a hierba en el ambiente. Ese día evidentemente no pude evitar mirar, cosa que me costó cara después porque su hija se enfadó conmigo y bueno también con ella.
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Llamo a Kike, la bombilla se me ha encendido, y le pido que les lleve una ronda para todas. Kike prepara una ronda de chupitos de whisky y se los lleva, se escuchan murmullos, Kike me señala y todas brindan a mi salud, Verónica me hace un gesto para que vaya.
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— Al final te has salido con la tuya. — Me dice cuando llega y me presenta a sus amigas.
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Saludo a todas aunque hay una que me ha mirado mal, vuelvo a pedir otra ronda y esta vez brindamos todos. Volvemos a pedir otras pocas, ya vamos bastante perjudicados, les digo que voy al baño y de camino me parece escuchar a Verónica e Inés, la que me ha mirado mal como
discutir:
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— Es el ex de tu hija.
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— Ella le puso los cuernos. — Contesta Verónica.
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— Tú verás.
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Y no me entero de más porque ya he entrado al baño, me bajo la cremallera no sin luchar porque he bebido demasiado, juego a disparar a la arañita de la taza, se escucha un ruido fuera, alguien ha entrado, pongo las cosas en su sitio y al darme la vuelta Verónica como una posesa entra en el habitáculo, cierra la puerta del baño y se abalanza sobre mí.
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Primero me besa, tanto jugando con su lengua como mordiéndome el labio mientras me mira intensamente con sus ojos oscuros. Después pasa su mano por mi entrepierna, que evidentemente ya está abultada.
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— Te tengo ganas desde que os pillé follando, cabrón.
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Rápidamente saca mi polla y la acaricia sin dejar de mirarme, se baja los pantalones y apoya sus manos contra la pared dejando un coño rosado y un culo respingón.
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— Fóllame. — Me dice.
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No lo dudo un instante, pongo algo de saliva para facilitar el trabajo y se la meto rápidamente. Ella suelta un leve gritito y comienza a gemir y a ajustar su cuerpo, le doy un azote, pongo mis manos sobre sus nalgas con fuerza y empiezo a moverme rápidamente mientras ella se pone las manos en la boca para no gritar.
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— ¡Vero! — Se escucha— Nos vamos, que Maite ha pillado uno de sus pedales gordos, se ha caído y se ha hecho sangre en la cabeza, la vamos a llevar a urgencias.
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Dicho esto se incorpora, se sube los pantalones y dejándome con un empalme de tres pares de cojones y sin creérmelo, me da un beso en los labios mientras me dice:
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— Tengo que irme.
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Fran García, Albacete. Soñador, friki y bastante golfo. Panadero de oficio (actual), paseante de
Lorien por el día y de alguna aventura escandalosa por la noche. Escribo y leo a partes iguales, como
juego a videojuegos cuando se me antoja. Puede ser fácilmente sobornado con unas natillas caseras.
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