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Una mala noche By Fran García
Me despierto con la luz de la luna iluminando mi cara al filtrarse por la ventana de una habitación que bien podría estar sacado de una novela de Sherlock Holmes. Aturdido miro para todos los lados hasta que me fijo en una puerta de madera bastante antigua con un pomo dorado. Me incorporo lentamente, doy el primer paso y ¡GRAW! Un graznido. Miro a todos los lados muy nervioso y bastante asustado, en el exterior se escucha el revolotear de varios pájaros y sus correspondientes sonidos, por suerte están fuera pero me producen escalofríos y algo me dice que salga de allí echando chispas. Le hago caso a mi instinto y corro hasta la puerta e intento girar la manivela como un loco pero no se abre, hay una cerradura debajo del pomo. Miro hacia todos los lados con la esperanza de poder encontrar algo para abrir la puerta. Desesperado miro por todos los lados, en la chimenea, saco los cojines, tras la cortina, pero nada.
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¡Clic, clic, clic, clic, clic! – Se escucha en la ventana.
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Me vuelvo y me quedo mirando a lo que de ser una ilusión de pesadilla, un cuervo golpeando la ventana con el pico mientras me mira fijamente. Para más ironía se ve el brillo de una llave al ser iluminada por la luna en el alféizar de la ventana justo al lado del cuervo.
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Maldigo mi suerte, me acerco lentamente y doy unos golpes al cristal de la ventana para intentar espantarlo pero cuantos más golpes doy más pica él en el cristal como burlándose de mí.
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— Joder. – Me digo.- Ningún pajarraco se cachondea de mí.
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Le doy un golpe algo más fuerte, el cristal vibra, el cuervo da un salto al lado y yo me armo de valor, abro la ventana, que se abre muy poco, e intento alcanzar la llave con la mano. Me estiro hasta que consigo tocarla mientras el cuervo me mira fijamente, intento agarrarla y el cuervo me pica fuertemente en la mano. Unas gotitas de sangre aparecen donde he sido picado mientras el cuervo grazna jactándose de su acto mientras me enfurezco y golpeo el cristal continuamente hasta que el cuervo se marcha. Aprovecho la oportunidad para agarrar la llave, cerrar rápidamente la ventana y mirar triunfalmente la llave dorada que con firmeza brindo a un viento imaginario creado por mi mente.
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Mi enemigo, el cuervo, vuelve a apoyarse en el alféizar de la ventana, me mira fijamente y con sorna le muestro la llave. Comienza a picar con fuerza el cristal produciendo un gran ruido. Viendo que no pasa nada camino lentamente hasta la puerta, introduzco la llave en la cerradura e intento girar la llave sin éxito, parece que hay algo de óxido y eso impide que la llave gire. El repiqueteo aumenta, miro y veo diez o doce cuervos aporreando la ventana con fuerza y algunas grietas en el cristal. Grito de pánico e intento girar la llave de lado a lado a gran velocidad con la esperanza de que el movimiento de la llave al girar consiga que el óxido se caiga permitiendo que la puerta se abra.
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Tras muchos intentos, noto que poco a poco va cediendo cuando escucho un ¡CRASH! El cristal ha acabado por romperse y una bandada de cuervos entra por él. Muevo frenéticamente la llave, ya casi los tengo encima cuando un leve sonido me indica que la cerradura se ha abierto, abro la puerta con presteza y entro por ella dando un portazo al cerrar. Un fortísimo ruido de picoteo en la madera se escucha al otro lado pero parece que por el momento la puerta aguanta, yo me siento apoyado en la puerta a recuperarme de la impresión mientras miro alrededor, abro los ojos como platos y bufo consternado.
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La situación no ha mejorado para nada, a mi alrededor sólo hay la puerta por la que he entrado, un muro de árboles muertos que rodea hasta donde me alcanza la vista y un claro en el centro iluminado por una luz anaranjada y del que viene una música tétrica. ¡TI,TIRORI, TARIROTARIROTARIRO TATA! ¡TI,TIRORI,TARIROTARIROTARIRO TATA!, así continuamente cambiando sólo los tonos. Esto me recuerda y no con alegría al ¡CIRCO!
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Camino lentamente hacia el claro, dejando antes por imposible e ilógico caminar entre los árboles muertos sin un rumbo que poder seguir, al acercarme mis mayores temores se hicieron realidad, era un circo y justo al lado una noria.
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— ¡ODIO LOS CIRCOS! – Exclamo sin poder evitarlo y es verdad que los odio con sus payasos maquillados y siempre sonrientes, su musiquita estridente, etc…
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Entro en el claro, no se ve un alma, la gran carpa cirquense se eleva en el centro del claro como una catedral del medievo y a su lado a unos escasos 10 metros la noria de carruseles de colores gira sin que nadie la monte. Me paro un momento a pensar y valorar mis opciones, por un lado un circo un tanto tétrico, que no me gusta nada, y por el otro puedo volver atrás a la habitación y los cuervos, desde luego ninguna de las dos ideas me atrae gratamente
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Al final acabo decantándome por el circo, desde luego volver atrás no tiene ningún sentido. Camino lentamente hasta la carpa primero en línea recta y después rodeándola, ¡JIJIJIJI! Suena a mi espalda. ¡JAJAJAJA! Esta vez delante de mí, giro para todos los lados constantemente con el corazón latiéndome a mil por hora y los puños cerrados. Un punto rojo aparece delante de mí acompañado de esa horripilante risa y echo a correr hasta la noria que justo se para cuando llego. ¡Ni de coña me subo ahí! Pero al girarme veo a mi perseguidor, un payaso vestido de lunares morados y dientes puntiagudos diciéndome que fuera a jugar. Sin saber cómo, acabo subido en el carrusel y este comienza a girar. Grito aterrorizado y me agarro a las paredes que comienzan a balancearse. Abajo empiezan a reunirse más payasos, la noria cada vez gira más rápido y el suelo empieza a transformarse, ¡En una parrilla con sus respectivas brasas!
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De golpe el carrusel para, comienza a girarse y una pequeña escotilla se abre, me agarro aún más para no caerme y al mirar al suelo veo, aterrorizado, como los payasos sacan montones de servilletas de colores y cuchillo y tenedor mientras me gritan y se ríen. Uno descorcha una botella con la que me apunta y el corcho sale volando, me da en la frente y de la inercia y el susto me suelto.
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Comienzo a caer como si fuera a cámara lenta, los payasos se relamen, las brasas crepitan y yo grito como un loco. ¡No,no,no…!
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— Despierta cariño. – escucho dulcemente mientras me remueven. – Solo es una pesadilla.
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A mi lado está mi madre, la abrazo, ella me da un beso y se marcha. Suspiro, aún estoy temblando y siento escalofríos. Durante un rato sigo con la luz encendida mirando el rincón, hace años me regalaron una marioneta de un payaso, me levanto y la guardo en el armario y a lo mejor es que estoy loco, pero juraría que al volver a la cama he vuelto a escuchar esa maldita risa otra vez.
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Fran García, Albacete. Soñador, friki y bastante golfo. Panadero de oficio (actual), paseante de
Lorien por el día y de alguna aventura escandalosa por la noche. Escribo y leo a partes iguales, como
juego a videojuegos cuando se me antoja. Puede ser fácilmente sobornado con unas natillas caseras.